Los recortes de los presupuestos públicos de cultura están provocando la mayor parálisis de los sectores culturales desde los tiempos de la transición. La alta dependencia del dinero público de muchos proyectos culturales está ahogando los sectores más vitales que, desgraciadamente, actualmente tienen escasa posibilidad de obtener recursos propios fuera del manto del Estado.
En los momentos de la transición española, el consenso social y político alcanzado y recogido en la Constitución garantizó como responsabilidad de los poderes públicos la tutela y promoción del acceso a la cultura. Esta tutela se concretó en un modelo de financiación directa por parte de las instituciones públicas a semejanza del ya existente desde los años 50-60 en muchos países europeos como Francia, Holanda, Bélgica o Italia.
En el caso de España este modelo de financiación ha ido cumpliendo con sus responsabilidades aunque nunca ha llegado a situarse a niveles de los países avanzados de Europa como Francia u Holanda. En España y las Comunidades Autónomas en muy pocas ocasiones los presupuestos públicos de cultura han llegado a superar el 1% del total de sus presupuestos generales. Una situación muy diferente de los países europeos en los cuales se considera como conveniente que el 2% del presupuesto general sea dedicado a cultura. En definitiva, se asumió un modelo público de financiación pero se racaneó en el volumen de los fondos aportados.
Si a la escasez del presupuesto cultural se le añaden los recortes actuales, se puede concluir que las instituciones públicas han jugado mal y a desgana el papel que la Constitución les otorgó en un momento concreto de nuestra historia. Esta dejación de obligaciones impone ir pensando en cambiar el modelo y buscar otras vías.
El otro gran modelo de financiación de la cultura es el llamado modelo anglosajón. En este, son los ciudadanos que proveen fondos a las organizaciones culturales por medio de donaciones. Así, las donaciones gozan de generosas exenciones fiscales por lo cual los ciudadanos, empresas y organizaciones que las conceden recuperan parte de estas en el momento de pagar sus impuestos. Al final de la cadena de colecta y reparto de fondos, los dos modelos son similares. En el nuestro es el Estado quien recoge los fondos y los distribuye entre los artistas y organizaciones culturales. En el modelo anglosajón, el Estado ya no administra estos fondos y es la sociedad civil quien otorga directamente el dinero que se ahorra al pagar al Estado en forma de impuestos.
Hace pocos años tuve la oportunidad de estudiar para el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya el modelo anglosajón de financiación privada a la cultura en el Reino Unido y también en Canadá. Se publicaron los dos estudios y recomiendo su lectura para conocer a fondo cómo funciona el sistema. El del Reino Unido se orientó hacia el sector del patrimonio cultural y natural con un ejemplo muy detallado del “National Trust”. Así y todo, el sistema de incentivos fiscales y tipos de organizaciones que intervienen está muy detallado. Ver: “El National Trust en el context polític i legal del suport al patrimoni al Regne Unit” (texto en catalán).
El segundo estudio es de mayor interés ya que Canadá es el lugar del mundo donde mejor se puede confrontar la convivencia e interacción de los dos modelos principales de financiación de la cultura que existen en el mundo. En este estudio me ocupé especialmente de analizar la evolución del contacto entre Quebec, de cultura francófona, y Ontario, muy próxima al modelo anglosajón puro como el de su vecino los Estados Unidos. El resultado fue esperanzador para nuestra realidad actual al comprobar cómo Quebec había asumido una parte importante del modelo anglosajón y Ontario había evolucionado hacía un modelo mixto gracias a su contacto con Quebec. Tanto un país como el otro, igualmente pasa en el Reino Unido, las políticas culturales contemplan la coexistencia de los dos modelos de financiación cosa que no hace sino ampliar las posibilidades y diversificación del origen de fondos para proyectos y organizaciones culturales sin ánimo de lucro. Ver: “El context polític i legal del suport privat a la cultura a Canadà i Quebec” (texto en catalán).
En España, si las instituciones públicas por sí mismas no responden a las necesidades de los sectores culturales deben ir pensando (y rápido, pues la situación es crítica) en permitir que la cultura se financie por vías privadas. Esto es, desarrollar un sistema de incentivos fiscales a las donaciones. Además, estimular la creación de Fondos Culturales privados (Trusts en nomenclatura anglosajona) que canalicen las donaciones individuales y corporativas en fondos capaces de asumir políticas de financiación cultural de largo alcance. Por último, deberían empezar a contemplar y tomar en serio los nuevos sistemas de financiación que están surgiendo con el desarrollo de la sociedad 2.0 como es la microfinanciación privada o Crowfunding.
Para finalizar os dejo un interesante vídeo del festival de Crowfunding organizado en Madrid por CAMON. En el se debate en profundidad los fundamentos de este novedoso sistema: http://www.tucamon.es/contenido/primera-edicion-festival-crowdfunding
Si, és necessari canviar el model i mentre el canvi no es produeixi vetllar per la independència de l’acció política i fiscalitzar-la, perquè al nostre país s’ha confós la política cultural pública en funcionarització, intervencionisme, dirigisme, clientelisme i fins i tot corrupció.
Mario Gas ingresó del Ayuntamiento 192.000 euros, más del doble de lo que gana el mismísimo presidente del Gobierno (unos 92.000 euros al año); y casi dos veces lo que ingresa el propio Gallardón (107.000 euros).
Así, durante el año 2008 recibió también 9.300 euros en concepto de “Ayuda alquiler de vivienda” y 2.820 euros más como dietas por los desplazamientos para representar dos obras en sendas giras que pasaron por Santander y Barcelona y Mérida y la ciudad condal de nuevo.
El complemento más sustancioso a la ya de por sí sustanciosa nómina es, sin embargo, lo que Mario Gas percibió durante el 2008 por la dirección artística de dos obras que se representaron en el propio Teatro Español: 36.000 euros por “Las Troyanas” de Eurípides y otros 42.000 por “Sweeny Todd”, de Stephen Sondheim.
Por supuesto, es el propio Mario Gas como Director Artístico del teatro el que elige el quién dirige cada una de las obras que se representan dentro de una programación que, como no, también decide él mismo.
Albert Boadella director de los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid,puesto a dedo por Esperanza Aguirre. Su sueldo: 100.000 euros anuales.
Podríamos seguir enumerando casos similares, en toda España.
Esto es además de los modelos particulares de financiación lo que entre todos deberíamos cambiar.
la Cultura no puede estar en manos de intereses de partidos políticos.