Publicado originalmente en La Coctelera el 25-Febrero-2009
Hace unos días apareció en “El País – Babelia” el artículo de Antonio Muñóz Molina titulado “Bajo la Cúpula”. Os recomiendo su lectura en http://www.elpais.com/articulo/semana/cupula/elpepucul/20081129elpbabese_6/Tes.
Aunque el tema era sobre al gasto del Ministerio de Asuntos Exteriores en la cúpula que Miquel Barceló pintó para el Palacio de las Naciones Unidas en Ginebra, a mi me interesó especialmente las reflexiones que hace en la segunda parte del artículo sobre el gasto del gobierno en proyección y cooperación cultural de España en el exterior. Si a estas reflexiones se le añade la batalla que estos días está librando en la prensa el Ministro de Cultura del gobierno de España Cesar Antonio Molina para coordinar toda la acción cultural que España ejerce en el exterior, vemos que se está poniendo de actualidad una política de la que se habla poco pero de vital importancia para un país que se dice la 7ª potencia mundial.
Empieza Muñóz Molina diciendo que los presupuestos de España para la proyección cultural exterior son miserables. Con la experiencia de haber dirigido el Instituto Cervantes en Nueva York confiesa que lo que el gobierno se ha gastado en la cúpula de Barceló es la misma cantidad de que disponen los 72 centros del Cervantes para programas culturales en un año. Eso sí, cuando se trata de mangoneo clientelar y exhibiciones suntuarias parece que no hay límites de presupuesto. Pues sí, miseria.
Por otra parte el Ministro de Cultura se ofrece en http://www.elpais.com/articulo/cultura/Cesar/Antonio/Molina/pide/coordinar/accion/cultural/exterior/elpepucul/20081217elpepucul_3/Tes, para coordinar esta miseria en base a la prosperidad que le dará al país la venta de productos culturales al exterior. Sus palabras son la cultura española es un buen negocio. En este caso a quien hace la competencia el Ministerio de Cultura no es al de Exteriores sino al de Industria y Comercio. Con tan pobres argumentos, ¿cómo se van a hacer cargo de la proyección exterior de la cultura?
Antes que nada lo que debería hacer hecho Cesar Antonio Molina es cargarse de argumentos a la hora de reivindicar las competencias si quiere ocupar el lugar de su competidor. ¿Cual es hoy día el papel de las artes y la cultura en la cooperación internacional? ¿En un mundo globalizado qué sentido tiene la diplomacia cultural? ¿Qué pueden aportar las artes que se hacen en España al desarrollo global en el mundo? ¿Qué se puede aprender del resto del mundo? España es un país históricamente cerrado, poco permeable a las novedades artísticas y poco influyente en el mundo occidental. En Europa, los franceses, británicos, nórdicos o holandeses se encuentran a años luz de nosotros en sus políticas de proyección exterior. Salir fuera y abrir las ventanas forma parte de un ejercicio mayor de modernización que transciende el mero negocio mercantil. No se trata de dominar el mundo con nuestra cultura sino compartirla para crecer juntos en nuevas y fructíferas contaminaciones. Una política de proyección exterior debe mirar alto y lejos a la cultura y diseñarse sobre nuevos paradigmas en los que el papel de los creadores contemporáneos se encuentre en la base.
Las operaciones de márquetin como la cúpula de Barceló o la presencia catalana en la Feria de Frankfurt, en donde se destinan unos presupuestos desorbitados respecto al resto de la acción cultural exterior, no conducen a nada si no hay detrás una política bien definida y sostenible a largo plazo. Esta debe impulsar la presencia de nuestros artistas, gestores y organizaciones en la gran diversidad de proyectos internacionales por encima de las presencias institucionales del estado o de sus autonomías.