En épocas de bonanza las estructuras de gestión de los creadores escénicos se amplían para abarcar y controlar directamente nuevos ámbitos de su actividad. Las administraciones públicas lo han favorecido a partir del discurso dominante que considera las artes escénicas como un sector industrial y como tal conformado por empresas culturales eficientes y, por tanto, mercantiles. Además, este ha sido un requisito inamovible para recibir ayudas públicas para compañías. El precario desarrollo de formas legales para organizaciones sin ánimo de lucro en España ha convertido la mayoría de los artistas escénicos en empresarios y al sector de las artes escénicas en un conglomerado de empresas del más puro estilo de la gestión mercantil.
Por supuesto el espacio para empresas mercantiles en el sector de las artes escénicas existe y, como tales, tienen capacidad de crear riqueza y crecimiento económico. Con todo, estas deben asociarse a la industria del espectáculo. Así, las artes escénicas en lo que se refiere a la producción requieren dos tratamientos en relación a sus formas de gestión y jurídicas, de un lado las industriales y del otro las artístico-creativas.
El sector creativo es la maquinaria que aporta la energía necesaria para que las artes se renueven, sean dinámicas y generen valor público en su actividad. Actualmente es un sector emergente de gran futuro al ser un arte presencial, a diferencia de todas las artes emergentes del siglo XXI vinculadas a la virtualidad de las nuevas tecnologías y la cultura audiovisual. Es un sector que genera I+D en la cultura y por tanto, nueva creatividad en la sociedad y ayuda a construir comunidades cohesionadas y activas.
El sector produce obras artísticas efímeras, fuera de la disciplina temporal y es dependiente de recursos inciertos. Para aprovechar las oportunidades que les da, en cierta medida su “caótica”, pero necesaria, forma de trabajar, las estructuras de gestión han de adaptarse a este sistema y no al contrario. La lógica de la gestión mercantil no es aplicable al 100% de sus capacidades siendo necesario en la mayoría de los casos buscar formas alternativas para gestionar los procesos de producción y distribución.
Atendiendo a su orientación al proyecto, estas estructuras de gestión deberán ser ligeras, flexibles y muy probablemente deslocalizadas. Adaptadas a proyectos puntuales y con mucha capacidad de transformación, comunicación y movilidad. Actualmente conseguir equipos consistentes basados en estos principios es mucho más fácil a partir de la generalización de las nuevas tecnologías, la flexibilidad de sus herramientas, el trabajo en red y una mayor consideración social del trabajo en casa. Los artistas y compañías artísticas deben adoptar estos sistemas de gestión de su producción y distribución si quieren sacar el máximo provecho a sus escasos recursos. Sin duda, la mayoría de artistas que empiezan su carrera trabajan ahora de esta manera, el problema surge cuando en un intento de consolidarse se les hace necesario pasar a estructuras más sofisticadas del mundo mercantil.
Hay otro sistema que considero mucho más efectivo aunque requiere de un alto nivel de preparación y experiencia. Se trata de apoyarse en estructuras de gestión y acompañamiento artístico que trabajan con varios artistas simultáneamente. En ellas se concentran los recursos necesarios y conocimiento para gestionar parte o totalmente las labores de los artistas asociados. Estas, a diferencia de las empresas de distribución al uso, han de estar íntimamente comprometidas con el trabajo de los artistas y no sólo gestionar sino también guiar el desarrollo de su carrera. Este modelo crece en Europa a partir de empresas clásicas de distribución que han evolucionado con el tiempo y la experiencia como, por ejemplo, Artsadmin en Londres, Campo (ex-Victoria) en Bélgica o en Barcelona MOM-El Vivero.
Aunque el responsable de sus acciones es el creador de la obra, no hay que perder de vista la que tienen los profesionales consolidados, las estructuras artísticas públicas y privadas y las administraciones de “acompañar” el desarrollo de su carrera. Todos estos deben apoyar soluciones realistas para los tiempos que corren y aplicar dosis importantes de honestidad y generosidad en sus actividades de manera que sean capaces de involucrar jóvenes creadores que quieren abrirse paso en un mundo profesional complicado pero necesitado de sus aportaciones.
Totalmente de acuerdo. Industria ó mercado y arte no son incompatibles, sino complementarias, y más ahora mismo.
La sociedad necesita el arte, el arte necesita al artista y el artista debe aprovecharse del marketing para que su arte cale más en la sociedad.