¡ ENOJADOS ! la palabra que describe el estado emocional de miles de personas en el Estado español tiene unas causas profundamente enraizadas en el modelo de estado democrático con que nos hemos dotado desde la Transición. Multitudes de gente están saliendo a la calle estos días para reivindicar cambios en el sistema político y económico pero, en el sector de la cultura y de las artes ¿tenemos razones para estar enojados y pedir cambios del modelo? Por supuesto que sí.
Hay muchos temas que nos tienen que hacer reflexionar únicamente leyendo el manifiesto “Democracia Real YA”. Me gustaría citar unos cuantos del sector de la cultura que para mí se encuentran en la base del movimiento social del 15-M. Por supuesto, también hay proyectos que funcionan, organizaciones e instituciones modélicas y personas realmente comprometidas y coherentes pero, estos ya lo saben y no se van a dar por aludidos al leer este texto.
¿Creemos que la cultura está al alcance de todo el mundo y se ha hecho lo necesario para que esto ocurra? En la mayoría de los casos, no. En el modelo de política cultural ha primado la “excelencia” para unos cuantos sobre la creatividad para la mayoría. Los grandes centros culturales (los que recogen la mayoría del dinero público) se orientan a una cultura elitista para espectadores pasivos. Son muy pocos los que proponen alternativas participativas, educativas o de trabajo comunitario con la gente de su entorno. Los centros culturales de proximidad y centros cívicos por su parte, están desatendidos presupuestariamente y la calidad de sus propuestas son de un nivel extremadamente bajo. Por otro lado el derroche en la construcción o rehabilitación de contenedores culturales (muchos obsoletos para la cultura contemporánea) han beneficiado principalmente al político de turno que lo ha promovido. Ahora muchos de ellos (teatros principalmente) los quieren privatizar pues no saben qué hacer con ellos.
La mercantilización de la cultura y la potenciación por parte de la administración pública de las organizaciones culturales como industrias culturales ha ido progresando sin freno desde la década de los 90. El neoliberalismo que todo lo envuelve ha provocado que la mayor parte de las artes contemporáneas se consideren mercancía e integrante del sistema de mercado. Se le pide rentabilidad económica (directa o indirectamente) por encima del valor en sí misma, o de otros valores sociales y educativos. Se rebajan planteamientos artísticos hasta llegar a la total banalización para llegar más fácilmente a las personas y vender más. El márquetin clásico se considera la herramienta por excelencia para llegar al público, pasando este a ser consumidor. El valor público de la cultura queda en entredicho al pasar su gestión a manos de empresas privadas lucrativas.
Por otra parte, nada se hace por mejorar los instrumentos de gestión de la cultura pública y pasarlos a manos de la sociedad civil. La dicotomía perversa que se presenta es: gestión de la cultura por la administración pública o cultura del lucro por las empresas y la industria cultural. No hay sitio para un sector independiente con vocación pública y sin ánimo de lucro.
Y es que la gestión de la cultura por parte de la administración está quedando más y más en entredicho. La injerencia política de los partidos es sofocante en comunidades autónomas, ayuntamientos, sociedades públicas, etc. que ven en la cultura un filón de votos o lugares de trabajo para colocar a “los suyos”, antes que un derecho de la sociedad. La perversión del sistema es tal que, en el momento en que se consigue (después de muchos años de lucha) alguna organización de la administración de la cultura a distancia de la política, como el “Consell de la Cultura de Catalunya”, los políticos de turno siguen dinamitándolo, regateándole un presupuesto justo y menoscabando su independencia (como de hecho le está pasando actualmente al CoNCA).
Mucho se podría seguir escribiendo, hay tantas cosas de que hablar (la ley Sinde y las sociedades de gestión de derechos, me los dejaba también). El sector de la cultura debe seguir el debate paralelamente con toda la sociedad. Hay que revisar los modelos en profundidad con el objetivo apuntando bien lejos, olvidando los estereotipos recurrentes, mirando lo que se hace en otros países que llevan más años de desarrollo de políticas culturales. Hay que abrir ágoras para el debate y, sobre todo, mantener y potenciar las que ya existen. En definitiva, refundar el modelo cultural del Estado y Comunidades utilizando lo que los de la cultura deberíamos tener bien presente, el sentido común.
¿Hemos sido los artistas reflejo a través de nuestra creatividad de lo que nos sucede?
¿o nos están teniendo entretenidos con el anzualo de las subvenciones, las exigencias de rentabilidad cultural y otras distracciones del sistema?
¿Hemos olvidado que debemos estar atentos e interesados y con un gran sentido crítico ante todo lo que sucede a nuestro alrededor y anosotros mismos?
¿ Nos creemos los artistas que debemos seguir creando lejos de la realidad, en una burbuja creativa?
1 Sí. Algunos. No muchos. Y cuanto más certero era el reflejo, más mierda se nos echaba encima para ocultarlo.
2 Eso dicen, eso nos han echo creer y bien se han encargado de difundirlo, (subvención=arte) como si no se subvencionaran partidos políticos, industria, iglesia, ejercito, banca… Como si los presupuestos de cultura realmente los destinaran a ayudar al arte.
3 No. No todos. Llevamos años siendo silenciados, ignorados, ridiculizados…
4 No, pero ni ahora ni nunca. Basta de burbujas.
ÁNIMO A TODOS LOS CREADORES QUE LLEVAN AÑOS AGUANTANDO EN SOLITARIO AL VORDE DE LA MARGINACIÓN. SU ESFUERZO NO HA SIDO EN VANO.