Estos días en Londres me encuentro con mucha gente que trabaja como consultor freelance en el sector cultural. Normalmente son profesionales de larga trayectoria en el sector que han accedido al trabajo independiente por voluntad propia y aprovechando una demanda real de organizaciones culturales y de instituciones. Precisamente, un camino similar por el que he transitado durante años y he considerado como la mejor opción para ejercer mi actividad profesional.
La actividad freelance está considerada en el Reino Unido como una más en el sistema de operar de los sectores culturales. Se confía en el consultor con la garantía de que su criterio tiene el valor de la experiencia, la objetividad, la visión abierta y flexible que no está influenciada por los lastres de la organización a la que atiende. El consultor freelance se adapta a equipos de trabajo ya consolidados o crea nuevos para desarrollar proyectos e investigaciones. En este sentido, se apunta como valor, la reducción de costos en las organizaciones ya que estas pueden dedicar su personal a tareas directamente ligadas a la producción, o a la planificación, supervisión y evaluación, en caso de instituciones públicas.
En mi opinión, el sector cultural en España, aun está lejos de asumir la necesidad de consultores culturales externos. En otros sectores están plenamente integrados. Tengo que decir que mi experiencia como consultor freelance no es únicamente en el sector cultural, también trabajé muchos años en el sector industrial energético como ingeniero freelance, experto en nuevas tecnologías para el ahorro energético. Así, puedo afirmar que en otros ramos de actividad esta figura está más valorada y estimulado su desarrollo profesional. Probablemente, los consultores en gestión de empresas son el grupo que más aceptación tienen en el mercado profesional. Incluso en el sector cultural algunas instituciones públicas confían más en consultores en gestión empresarial que en gestores culturales independientes para tratar temas de los cuales, en muchos casos, no tienen experiencia real.
Me preocupa el posicionamiento de los partidos políticos en España cuando defienden nuevos modelos de gestión de la cultura para salir de la crisis y para después de la crisis. En la línea ideológica general que apuntan de reducir el sector público y estimular la iniciativa privada y el emprendizaje, actúan en la dirección opuesta. Si iniciativa privada y emprendizaje en el sector cultural significa: artistas, compañías artísticas, empresas o autónomos, no veo una acción clara y decidida que apueste por su fortalecimiento, desarrollo y subsistencia. Ante el actual desmantelamiento de amplios sectores de la producción artística en España y, por lo tanto, de toda la “industria” derivada, la actitud de la administración pública es de pasividad. No hay planes de rescate, ni planes de reconversión, ¿dónde está el apoyo a la industria?. Bien, probablemente estos políticos y gestores públicos únicamente consideran como sector privado e industria cultural a las grandes empresas con voluntad decididamente mercantil. Pero el sector cultural privado es mucho más. Además, se vuelve atrás en políticas que ya apuntaban en la dirección de liberarse de la gestión directa, con el caso del Consejo de las Artes de Cataluña o el Centro Niemeyer como ejemplos actuales y paradigmáticos.
En definitiva mucho camino queda por recorrer aún para comprender que no es incompatible defender la cultura como bien público y gestionar la cultura desde fuera de la administración pública. Que una cosa es privatizar para el beneficio mercantil y otra dejar que sea la sociedad (también llamada iniciativa privada) la que gestione los proyectos culturales con vocación de bien común. Las dos formas son aceptables y deben convivir. En este escenario de mayor exigencia en la gestión de estructuras culturales, va a ser donde los profesionales consultores serán indispensables para ofrecer de manera independiente visiones expertas y abiertas; germen de la necesaria innovación que necesita nuestra sociedad.