La gestión de la cultura, o mejor dicho, la gestión de las artes, tiene aspectos semejantes a otros sectores mercantiles o industriales. Así, se hace totalmente necesario aplicar a la cultura las técnicas de gestión desarrollados en estos sectores. Sin duda una mayor profesionalización y eficiencia de gestión requiere conocer las mejores técnicas y utilizarlas en los casos más convenientes.
Por otro lado, los sectores culturales también mantienen muchas semejanzas con sectores ya no orientados a la producción y venta lucrativa de productos y servicios sino a hacer la vida de las personas, digamos, más felices. En este campo también hay un gran desarrollo de técnicas de gestión aplicadas a las organizaciones privadas sin ánimo de lucro cuyas misiones son el bien común y no la creación específica de riqueza. En el sector de la cultura de España, las organizaciones sin ánimo de lucro están poco desarrolladas, a diferencia de otros sectores como el de las ONGS o de otros países principalmente de cultura anglosajona.
En un momento en que cada vez son mayores las voces que opinan que la cultura debe gestionarse a “distancia” del sector público, también son muchas las que piden colaboración entre del sector público y el privado, considerando el sector privado como una unidad. Este hecho provoca confusión al no diferenciar claramente los intereses y objetivos de un sector privado sin ánimo de lucro y otro comercial. Con esta vaguedad todos pasan a ser los mismos, de manera que “distanciarse” de la administración pública y de la política significaría dejar la gestión en manos de un indefinido sector privado.
El sector público debe defender unas artes de calidad y de contenido complejo, y debe dejar en manos de la sociedad civil que las desarrolle. Esta se debe organizar en empresas u organizaciones sin ánimo de lucro independientes suficientemente flexibles para que puedan operar en un ámbito donde la ley del mercado es predominante. Por su parte el sector privado comercial debe dedicarse a producir obras (si son de calidad, mejor) para el sano entretenimiento de la sociedad. Ambos sectores se complementan, deben respetarse y colaborar, ya que uno será el germen para el desarrollo del otro.
Por supuesto el sector público no debería tener ninguna actividad en el sector comercial y dejar que el mercado se regule, sin ser competencia ni tampoco subvencionándolo. Por otra parte, el sector público debe facilitar recursos al sector sin ánimo de lucro para que se desarrolle y pueda operar con facilidad. Así, la creación de formas jurídicas adaptadas para empresas sin ánimo de lucro, leyes de mecenazgo con exenciones fiscales a las donaciones (no publicitarias) y, por supuesto, subvenciones al desarrollo de obras que aporten nuevas visiones artísticas al mundo contemporáneo, relevo generacional y acceso de la cultura a la mayoría de la sociedad.
Este modelo formado por tres sectores es el que opera en la mayoría de países occidentales y es el que defiendo como necesario para todas las Autonomías de España. Anteponer únicamente lo privado a lo público, no ayuda a transformar el sector de la cultura adaptándolo a los nuevos retos que ya ahora mismo se le plantean.