“Que 20 años no es nada …” dice la letra del tango y lo dice también Nacho Duato como despedida de su puesto de dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CND). Esta percepción del escaso tiempo al frente de la dirección de la CND le ha provocado un estado de perenne enfado y de agravio ante lo que parece un, llamémosle, despido injustificado.
En realidad la salida de Duato de la CND no es más que la consecuencia del proceso que con toda legitimidad iniciaron colectivos de artistas (en este caso artistas visuales) para establecer “buenas prácticas” y “códigos éticos” en la gestión de los centros artísticos de titularidad públicos. Sin lugar a dudas Duato es un coreógrafo importante de un alto nivel artístico, su único problema es haberse mantenido en una situación de privilegio respecto a otros profesionales de la danza del mismo nivel que él durante 20 años.
Afortunadamente van normalizándose en España funcionamientos que hasta hace muy poco eran impensables en la gestión de las entidades culturales públicas. La presentación hace tres años del “Documento de Buenas Prácticas en Museos y Centros de Artes Contemporáneo” promovido por las Asociaciones de Artistas Visuales constituyo el inicio de un periodo de revisión de las políticas de contratación de la dirección de los centros y de aproximación a una gestión transparente de los mismos. No todas las administraciones públicas lo han ido adaptando, pero algunas sí, y el INAEM es uno de los casos.
Las buenas prácticas recomiendan lo más elemental y de puro sentido común en una gestión donde se quiera favorecer el mérito y la eficiencia por encima del acomodamiento o el clientelismo. Así, recomienda concursos públicos, abiertos y transparentes en base a proyectos artísticos y de gestión, para la dirección de los centros. También promueve órganos colegiados de gobierno en donde la administración titular no tenga que estar en mayoría y donde la presencia de la sociedad civil y de expertos del sector mantengan una proporción considerable.
La presentación del “Estatuto de la Compañía Nacional de Danza”, sin duda es un paso adelante hacía una gestión de la cultura abierta, democrática y con visión para obtener resultados artísticos de calado. En el se recogen puntos como “la selección del Director de la CND se llevará a cabo mediante un proceso abierto y transparente” o “los candidatos deberán presentar un proyecto artístico”. Además, la duración del contrato se fija en 5 años ampliables a 3 más. Juntamente al Estatuto ha aparecido también las “Bases para el Concurso de la Dirección Artística de la Compañía Nacional de Danza” lo que significa que el proceso ya ha empezado.
Sin duda sería un avance ver al frente de la CND por periodos de 5 años a coreógrafos y coreógrafas que llevan muchos tiempo luchando duro por hacerse un lugar en la danza, empresarios a su pesar y eternos sufridores de la solicitud de subvención anual, último y necesario recurso para mantener sus estructuras vivas un añito más.
Es verdad. Hagamos de la CND una ONG y recogamos a los sufridos coreógrafos que llevan mucho tiempo luchando duro por hacerse un lugar. A los artistas que siempre han encontrado sitio porque su calidad es indiscutible, dejémosles que se vayan. Quién los necesita?
Con esta politica nunca habrian existido las mejores compañías. Nederlands con Kylian, Mudra con Bejart, Pina Baus…Así sólo se consiguen compañías de repertorio, con un nuevo director cada cinco años que hace de gestor. Está bien como agencia de colocación de coreógrafos maltratados, pero no para crear compañias de peso. Nuestras prácticas seran muy buenas, muy buenas para ahogar el arte.
por supuesto, quise decir recojamos…
En mi opinión el fondo del problema no es tanto el sistema de elección de un puesto de estas características ni su duración. Estas cosas son importantes, sin duda, pero en este caso son una distracción que impide centrarse en lo fundamental. Y el problema fundamental es que no hay una red de compañias de danza estables, ni centros coreográficos con recursos sufcientes, ni teatros con compañias residentes, ni auditorios que representen danza sistemáticamente. Si el tejido de danza fuera minimamente digno la discusión se centraría en elegir el lugar en el que podría seguir trabajando y aportando un genio como Duato, mientras en CDN se aplica el sistema de elección que se considere oportuno. Pero como no hay alternativa, como no hay posibilidad de ofrecerle a Duato ninguna otra compañia a su nivel, hay que asumir su exilio y prepararse a sufrir el incierto resultado que el proceso de selección correctisimo y justisimo pueda deparar a una de la pocas compañias que funcionaba minimamente.