Salir al exterior para complementar la actividad que ya se viene desarrollando, o como solución a la falta de trabajo en unos sectores sin demanda, es una opción nada desdeñable y que hay que considerar.
Muchos de los impedimentos para salir al exterior están arraigados en los mismos individuos, independientemente de las organizaciones, empresas o proyectos que estén realizando. El proceso de romper con los viejos comportamientos consiste en combatir muchos años de aislamiento y levantar la losa que paraliza a los profesionales de las artes y la cultura.
He titulado pecados capitales a las actitudes personales que hay que dejar atrás en el momento que se quiere orientar el futuro de una carrera artística, proyecto o espacio cultural hacia la internacionalización. Estos son siete, un número igual a los que se mencionan en la Biblia, pero muy diferentes en su contenido.
- Confort. Plantearse una búsqueda de trabajo, venta de productos o proyectos culturales y artísticos, o buscar socios internacionales para iniciar nuevos proyectos compartidos, representa un esfuerzo añadido. Es más cómodo quedarse en casa o llamar a la puerta de la gente conocida pero, a la larga, se irán agotando estos recursos.
- Arrogancia. En realidad la mayoría de gente arrogante que me he encontrado a nivel internacional no mostraban más que una mal disimulada pose para esconder su complejo de inferioridad. Sin embargo, aún hay mucha gente en el sector de la cultura que sale al extranjero con la idea de pertenecer a un país con una cultura superior a la de la mayoría. Lo que es peor, tienen la certeza de que los otros no tienen nada que enseñarle.
- Indiferencia. Entiendo la indiferencia como lo contrario a la curiosidad. La falta de curiosidad, de querer saber que hay detrás de las fronteras, anula el impulso de levantarse y buscar más allá de lo conocido. Sin curiosidad no hay posibilidad de salir, mentalmente y geográficamente.
- Desconfianza. Muy enraizada en algunas personalidades, se manifiesta pensando que todo el mundo quiere aprovecharse del trabajo propio. Además de ser una actitud muy poco útil, la desconfianza impide encontrar colaboradores para proyectos internacionales y acceder a fondos europeos donde se necesita la participación de socios de países diferentes.
- Desconocimiento. La información que llega del exterior es poca, excesivamente simplificada y cargada de estereotipos. Hay que buscar canales de información fiables, ya que para salir hay que conocer a los otros, su cultura, estado de la creación, modelos de política y de gestión cultural. Se debe saber quién es quién y conocer las ocupaciones de las personas que se quieren conocer. Al menos una idea clara.
- Idiomas. Un mal endémico en las culturas hispanas que cuesta superar. Se enseñan mal y se estudian con desgana. Generaciones enteras han estudiado idiomas con el resultado de no tener la mínima capacitación para utilizarlos. Sin conocer al menos el inglés, no se podrá llegar muy lejos en las relaciones internacionales.
- Improvisación. A veces, en los países del sur de Europa, se considera como una virtud. Este es uno de tantos estereotipos que se aceptan sin prácticamente pensar en ellos. Se necesita un plan para salir al exterior, saber cuáles son los puntos fuertes, las debilidades y seguir una ruta de internacionalización bien definida. Ir a ciegas improvisando ayuda bien poco.
A nivel individual, deshacerse de esta carga ha de permitir viajar con mucho menos equipaje y, por lo tanto, más ligeros. De esta manera se podrán dedicar los esfuerzos a lo que realmente importa: desarrollar proyectos, mostrarlos, aprender y ganarse la vida de manera digna.