Los tiempos son malos para los artistas en general y para las compañías escénicas en particular. De un lado la crisis y el recorte de presupuestos en ayuntamientos y gobiernos. Por otro, el cambio de paradigma en la producción artística a partir de la revolución tecnológica y el nuevo tipo de relaciones que ha generado. Así y todo, las artes escénicas tiene un punto a favor que asegura su subsistencia y es que en este nuevo escenario on-line se mantendrá la necesidad del intercambio artístico presencial, aunque de otra manera.
Los tiempos han cambiado y este es precisamente el momento para repensar cual es el producto final de un artista escénico, aquel con el que poder vivir dignamente y permitirle seguir trabajando, más o menos, con comodidad sin acabar sucumbiendo a la comercialidad.
Si la actividad principal de un artista escénico ha sido producir espectáculos para ser vistos en espacios cerrados, para un público sentado en cómodas butacas, a oscuras y mirando todos en la misma dirección, habrá que mentalizarse para ampliar este ámbito tan restringido. Un creador escénico da para muchísimo más y explorar otras posibilidades no desmerece la calidad del trabajo ni la legitimidad de su arte. Se puede ser igual de creador en un escenario convencional que en una escuela, un barrio, con un grupo de ejecutivos o en un espacio virtual, por dar algunos ejemplos.
Son muchas las posibilidades para un artista de ampliar su radio de acción y abarcar otros ámbitos, otros espacios, otros públicos, otras culturas. Únicamente hay que ponerse en marcha y repensar las oportunidades que el nuevo paradigma social, económico y cultural está abriendo.