La internacionalización de la cultura y, particularmente, de las artes escénicas es el nuevo gran reto que se le plantea a las políticas culturales en la segunda década del siglo XXI. Si en 30 años se ha podido construir todo un sistema de creación, producción y difusión escénica, se han articulado los sectores en asociaciones y circuitos, se han creado infraestructuras modernas y capaces para acometer los retos culturales planteados, ahora llega el momento de proyectar y compartir todo este capital al resto del mundo.
Un país que tiene las fronteras impermeables a la cultura no crece, no evoluciona ni progresa, no sólo en el sector cultural sino también en todos los otros ámbitos de la sociedad. La cultura y el conocimiento es un motor de progreso humano y social, y su contraste con la realidad internacional es garantía de estar sustentada en bases firmes para desarrollar correctamente los valores que posee.
Desgraciadamente, las artes escénicas es uno de los sectores culturales más ensimismados en sus límites geográficos. Obviamente se puede alegar que el teatro de texto circula mal en otros países. Esto es cierto si se atiende únicamente a que la razón de la internacionalización de la cultura es vender espectáculos y abrir nuevos mercados. Pero, internacionalizar la cultura va mucho más allá e incluye, además de dar a conocer un país, sus sentimientos y sus gentes, descubrir nuevas maneras de crear y producir o desarrollar nuevos tipos de colaboraciones y proyectos. Esto significa, ir más allá de la mera venta de un bolo a un programador.
En un reciente artículo del blog ya comenté cuales son los valores de la internacionalización de las artes escénicas. Estos, como se puede ver en el post son amplios, quizás más que en una empresa mercantil y, por lo tanto, son muchas las oportunidades que se tienen en el proceso de salida al exterior. Desgraciadamente existe una importante carencia de conocimientos y técnicas en compañías y organizaciones para proyectarse al exterior. Además, a las instituciones públicas se les llena la boca de internacionalización pero, en la mayoría de casos, su labor es nula o los planteamientos son erróneos y las estrategias utilizadas no están en sincronía con los objetivos que quieren conseguir.
Es necesario que administraciones públicas, asociaciones y organizaciones paraguas realicen planes estratégicos para la internacionalización. Estos deben alcanzar todos los ámbitos de las artes escénicas pero, fundamentalmente, la creación y producción de todo tipo de experiencias y trabajos escénicos. Deben estar pensados para que participen todos los sectores: instituciones públicas, artistas, compañías, asociaciones, teatros, festivales, etc; la internacionalización es cosa de todos y sólo uniendo fuerzas y complementándolas esta se hará realidad. Así, el plan estratégico debe comenzar por los elementos básicos en formación y acompañamiento, sin olvidar los incentivos económicos o la difusión de información.
En definitiva, la apuesta por la internacionalización de las artes escénicas es ambiciosa pero, necesaria en los tiempos de globalización y crisis generalizada que el sector y la sociedad está viviendo. Seguramente será una tarea complicada que va a requerir tiempo, no en vano se llevan muchos años de aislamiento pero, de buen seguro, si se empieza a implementar y no se abandona, sus primeros frutos se van a conocer de inmediato.