Parece ser que hay un claro aumento del interés por la internacionalización de artistas, empresas y compañías artísticas. Muy probablemente este hecho está motivado por la crisis del sector y la necesidad de buscar caminos nuevos para subsistir. Esta misma actitud positiva de cara a la internacionalización no la veo todavía en la mayoría de entidades públicas o semipúblicas que gestionan proyectos culturales, véase teatros, auditorios, festivales, museos, galerías, etc. ¿Será que estos no tienen una necesidad imperiosa de buscar caminos nuevos? ¿No se han dado cuenta que dar un paso adelante y hacia afuera les puede ayudar a superar los graves problemas que actualmente han de afrontar?
Cada vez más los organismos que financian la cultura exigen demostrar el impacto económico que determinado proyecto tiene sobre el tejido económico de la región en que opera. No debemos ponernos las manos a la cabeza y defender de manera fundamentalista que la cultura está más allá de criterios económicos. Simplemente nos lo vamos a tomar como un indicador más que permite conocer el grado de multiplicación que un determinado capital tiene una vez es introducido en el mercado. Sin duda,el cálculo del impacto económico de la actividad cultural debería ser una de las herramientas habituales que el gestor cultural posea en el día a día de su labor profesional. Seguir leyendo Impacto Económico de Festivales y Eventos Culturales→
“Escenium”, el foro de las artes escénicas de España, celebró su última edición la semana pasada en Bilbao. Fuimos muchos, más que nunca, los profesionales de las artes escénicas que nos desplazamos para asistir a este encuentro que año tras año reúne la flor y nata de la gestión de los teatros, las compañías y los productores. Este año el tema principal a partir del que se desarrollaron todas las conferencias fue “los públicos de las artes escénicas”.
Los pasillos de Escenium
Es todo un éxito, y personalmente una gran alegría, llegar a reunir 600 profesionales de las artes escénicas para hablar de los temas que nos afectan. El encuentro en los pasillos, comidas o, incluso, las copas nocturnas son necesarios para poner al día nuestros contactos. En esto “Escenium” ha cumplido con un sobresaliente su papel.
A pesar de todo me marché de Bilbao decepcionado por lo que pude ver y oír en la sala de conferencias. Un sentimiento que me indujo la pregunta ¿de qué tiene miedo “Escenium”? y a continuación, ya que “Escenium” no es más que un síntoma de una enfermedad mayor ¿de qué tienen miedo las artes escénicas de este país?
¿Tiene miedo de ir a la raíz de los hechos? Pues así me lo pareció. Las sesiones consistían en larguísimas presentaciones de información técnica sin apenas contenido teórico. Un monumento a la tecnocracia que antepone la regla de cálculo por encima del pensamiento profundo y complejo, que antepone las teorías economicistas a una reflexión política de amplio alcance (en justicia debo salvar algunas presentaciones de experiencias ejemplares en la sequía de novedades).
¿Tiene miedo del debate? Pues, también me lo pareció. ¿Por qué sino esas largas mesas en lo alto de un enorme escenario tipo “politburó soviético”? Una disposición que no sirve más que para proteger a los ponentes del público. Esto, unido a la ausencia de debate, al no permitirse la participación directa del público en las sesiones, me hizo pensar que quizás la ausencia de público en los teatros guarda una estrecha relación con esta falta de comunicación.
En definitiva ¿tiene miedo a los artistas? Si por un lado no permitían la participación del público, por el otro la voz de los artistas también estuvo enmudecida, ya que no creo recordar que se hubiera invitado a hablar a ninguno. A mi entender los artistas son el 50% del problema y hay que contar con ellos para resolverlo.
Tres miedos que me hacen pensar sobre sí hay verdad detrás de “Escenium”, si hay verdad detrás de los organizadores, o es simplemente una máscara (eso sí, teatral) para perpetuar un modelo de artes escénicas, de gestión cultural y de unos teatros del pasado a los cuales no quieren, ni por asomo, modernizar.